martes, 26 de febrero de 2008

En tus manos, Señor, pongo mi vida...

Qué felicidad Dios Santo!!!!
Qué felicidad me produce tu presencia, Señor!!!!

Tu mano me sostiene y protege día y noche.
En momentos de tinieblas Tu me socorriste y me mostraste el camino que conducía más cerca de Tí.
Hoy mi corazón rebosa de alegría!!!

Tantas bendiciones me has dado que no hallo palabras para agradecer todo lo que haces por tus hijos; y todo lo que mueves en mi alma!!!

Cada día que pasa me enamoro más de ese, Tu Amor Infinito; y cada día te ansío más!!!

Hoy pongo mi vida en tus manos.
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Rezando la Liturgia de las Horas, y curiosiando en ella, encontré dos himnos muy hermosos que a continuación voy a escribir...

Muchos besos!!!! Que el Señor los bendiga!!!!!

Sara


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Himno del Martes Santo - Laudes

Ojos muertos que miráis
con mirar indescriptible
y con fuerza irresistible
atraéis y cautiváis,
¿por qué, si muertos estáis,
tenéis tan viva expresión
que así turbáis mi razón
trocando vuestras miradas
en dos punzantes espadas
que parten mi corazón?

Al veros, ojos piadosos,
todo mi ser se conmueve.
¿Quién a miraros se atreve
sin llorar, ojos llorosos?
Me cautiváis amorosos,
me reprendéis justicieros,
inspiráis dolor y calma,
sois tiernos y sois severos,
y las borrascas del alma
enfrenáis sólo con veros.

¡Ah! Permitid ojos píos,
ojos que sois el encanto
del cielo, que con mi llanto
borre mis locos desvíos;
bebí en cenagosos ríos
aguas de ponzoñas llenas
que, al infiltrarse en mis venas,
causaron fiebres ardientes.
¡Cómo olvidé que erais fuentes
de aguas dulces y serenas! Amén.

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Himno del Miércoles Santo - Laudes

En tus manos, Señor, pongo mi vida
con todas sus angustias y dolores;
que en ti florezcan frescos mis amores
y que halle apoyo en ti mi fe caída.

Quiero ser como cera derretida
que modelen tus dedos creadores;
y morar para siempre sin temores
de tu costado en la sangrienta herida.

Vivir tu muerte y tus dolores grandes,
disfrutar tus delicias verdaderas
y seguir el camino por donde andes.

Dame, Señor, huir de mis quimeras,
dame, Señor, que quiera lo que mandes
para poder querer lo que tú quieras. Amén.

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